Instrucciones para que Londres se convierta en tu ciudad favorita
Llegá en ferry, recordá para siempre el momento en que divisaste los acantilados blancos que anuncian la isla. Viajá en subte, viajá en colectivos de dos pisos, gastá en trasporte, invertí en transporte, a Londres no se la camina. Dicho esto, caminala hasta que no te dé el cuerpo.
Volvé a escuchar los discos de tu adolescencia. Sé fan de la música, fan de Oscar Wilde, fan de Velvet Goldmine, fan de Downton Abbey, fan de Harry Potter, fan de Hugh Grant. Entendé el humor inglés, si todavía no te causa gracia, mirá Mr Bean y Little Britain. Repetí la operación hasta que surta efecto. Salí tarde a la noche, en Londres todo cierra temprano, la ciudad va a ser tuya. Llevá música encima, Londres es un videoclip de los 60, de los 70, de los 80, de los 90, de ahora, esperando cobrar vida.
Dejá que la gente te hable, Londres está llena de gente esperando darte la anécdota del día, dejalos. Dejá que la china de la parada de bus te cuente que puede hacerse invisible a voluntad, que aquel tipo desdentado de traje, chaleco y bombín te explique la historia del subte mientras sostenés un mapa, que un vendedor de souvenirs en un puesto callejero te pregunte si llegaste desde Argentina en tren. Andá a los parques a ver ardillas, gritá de ternura cuando las veas. Cruzá el Támesis al atardecer. Bordeá el Támesis a la noche. Intentá ir al museo de ciencias naturales en una línea de subte que por alguna razón no esté funcionando. Descubrí con asombro lo fácil que es encontrar un plan B para llegar a destino.
Perdete, pedile ayuda a alguien, descubrí de primera mano la predisposición inglesa, descubrí de primera mano que es mentira que los ingleses no nos quieren y que piensan en Malvinas todo el tiempo. Tomate un bus sin cambio, que el conductor te haga pasar y te dé un pagaré para pagar tu boleto la próxima vez, morite de amor con semejante ejemplo del sistema de honor.
No comas hamburguesas, no comas sunday roast, comé comida india, vietnamita, coreana, brasileña, lo que sea que se vea exótico, esa es la comida típica de Londres. Metete en un negocio de ropa cualquiera y que suenen los Smiths. Metete en un supermercado indio y que suene Bowie.
Buscá un laverap y llevá tu ropa a lavar. Quedate ahí durante todo el ciclo. Sentate a observar la galería de personajes; gente con cara de Trainspotting, hombres con la ropa manchada, mujeres con muchos hijos hablando por teléfono, hombres que hablan solos, mujeres que hablan solas. Esperá que te den charla, preguntales cómo usar la máquina.
Aprendé a encontrarle la gracia a la historia y los chismes de la realeza británica, desde la reina Victoria hasta los hijos del príncipe William. Están en todos lados, es mejor si los disfrutás. Tomate un té con torta en el Soho a las tres de la mañana, cuando los bares y los boliches ya hayan cerrado, en una cafetería llena de actores y travestis con el maquillaje todavía puesto, y de solitarios haciendo crucigramas. Sacá fotos de la gente impunemente, como en ninguna otra ciudad, en Londres nadie te ve. Andá a recitales, boliches, a conocer el barrio de tu banda favorita, comprate un disco, estás en la ciudad más musical del mundo. Aguantate las lágrimas en el último día. Volvé.